domingo, 9 de mayo de 2010

LA DANZA DE LOS MUERTOS

25 de enero de 1.954.


La noche era tremendamente oscura y caía una llovizna persistente. El hombre,enfundado en su raída gabardina y amparado por su enorme paraguas negro, bajaba poco a poco por el irregular sendero del monte, absorbido casi totalmente por la exuberante maleza, atormentado por los picotazos de los tojos y el ulular de los pinos y eucaliptos zarandeados rúdamente por el viento. El camino le era familiar porque lo recorría cuatro o cinco veces a la semana para visitar a su novia, pero aún así, ese día no estaba seguro de seguirlo correctamente dada la oscuridad reinante. A sus torturados oídos llegaba de vez en cuando el macabro quejido del buho y el fúnebre y prolongado aullido de un perro.
Debía de estar saliendo ya del monte, allí tenía que hallarse la Iglesia y el cementerio pero por más que se esforzaba, no lograba ver absolutamente nada.
Vaya, se decía, ¿Es que me los han quitado...o me he perdido...? Y con esta maldita lluvia...- De repente se incendió el cielo y un terrible estruendo retumbó en el valle; del pino que estaba sobre su cabeza salió una urraca graznando desaforada y al perder la visión, chocó brutalmente contra las ramas y cayó al suelo, fulminada, muerta. El hombre se estremeció y su corazón empezó a latir tan deprisa que creyó que se le salía del pecho.
En el fugaz resplandor del rayo pudo ver que se habia desviado mucho a la izquierda y ahora, para tomar nuevamente el camino que lo condujera a la aldea, debía atravesar el imponente cementerio; aquello lo cohibía sobremanera y estuvo dudando un largo rato pero al fin, fué acercándose medrosamente mientras una lejana voz parecía decirle: nooo eeentrees, nooo eeentrees. La herrumbrosa cancilla chirrió al ser abierta y el hombre se sobresaltó, como temeroso de poder perturbar la paz de tanto muerto que allí yacía. Entró muy despacio mirando a todos lados sin ver absolutamente nada, ahora eran sus inseguros pasos los que resonaban huecamente sobre las lápidas y se multiplicaban mil veces en agobiante música de ultratumba, al chocar el sonido contra los panteones que se alzaban a ámbos lados.
El hombre sentía el cuerpo gélido pero le sudaban las manos y su boca estaba completamente seca; sentía como si todos aquellos difuntos le estubieran mirando ceñudos desde sus tumbas, reprochándole su atrevido intrusismo.
Entonces fue cuando vió aquel resplandor que le dejó la sangre helada en las venas por el terror, si, porque aquella luz era sobrenatural, emergía de la capilla de un panteón y en ella se reflejaba una sombra atroz, seguramente la sombra de un alma en pena que se movía lenta, bajando y subiendo la cabeza, en la que no se distinguía más que las cuencas de los ojos y la boca; iba vestida con una larga túnica blanca que emitía una claridad fosforescente y en los piés, arrastraba unas cadenas que producían un sonido metálico sobre la piedra mojada por la lluvia feróz. El hombre no podía moverse del pánico que sentía; se le heló la espina dorsal y los pelos se le erizaron como espinas.
De los otros panteones fueron surgiendo nuevas sombras, todas emitían aquel terrible resplandor y en sus descarnadas manos portaban unos cirios que se mantenían encendidos bajo la lluvia; muy despacio fueron formando un círculo a su alrededor y girando y girando en una danza macabra, entonaban una canción fúnebre que sonaba sordamente en aquella noche infernal como desde una lejanísima cueva. Cantaban con sus horribles bocas descarnadas; él se sentía impotente ante tanto terror, quiso gritar pero de so boca no salió sonido alguno, estaba completamente paralizado.
Una de aquellas sombras se paró y poniéndole los huesos de una mano sobre su hombro, con voz susurrante y arrastrando largamente las palabras le dijo:
Estamos cantando tu entierro hombre, no te acordaste nunca de nosotros, nos has dejado abandonados padeciendo por nuestras culpas, pasas muchas veces a nuestro lado sin permitirte ni un solo pensamiento que nos trajese consuelo y para mas osadía, te atreviste a perturbar nuestras torturas en esta noche tenebrosa. Es llegada tu hora, desde ahora pasarás a nuestra corte para compartir nuestros horribles siglos infernales.

El hombre quiso hablar, quiso pregutarle lo que querían de él, que le pidiesen lo que fuera que los complacería en todo a cambio de su vida; pero las palabras no asomaron a su boca; un nudo le atenazaba la garganta, le faltaron las fuerzas para mantenerse por más tiempo en pie, sus piernas flaquearon y cayó primero de rodillas para quedar luego de bruces sobre las húmedas losas del cementerio, estendido cuán largo era y con los brazos abiertos formando una cruz con su cuerpo.
No comprendía nada...No oía nada...No veía nada...Pero desde que todos los sentidos le abandonaron,aún captaba muy lejos el murmullo de aquellos fúnebres cánticos que lo llenaban todo.
Y en aquella postura lo encontró el sacristán al amanecer del día siguiente cuando iba a tocar la llamada a la primera misa, completamente frío y tieso, listo para enterrar.
No se notaba nada de lo acaecido aquella noche, los nichos continuaban herméticos y todo estaba en orden, pero cuando el cura y el médico fueron hasta el cadáver y lo pusieron boca arriba, de algún lugar indeterminado surgieron unas risas fantasmagóricas que hicieron temblar de espanto a los allí presentes;era como si todos los muertos del cementerio se alegraran por la muerte de aquel hombre y al mismo tiempo se burlasen de él.


Que ¿Quién era aquel hombre?...Pues no era nadie importante ni tenía nada que ver con asuntos esotéricos, en los que no creía.
Era simplemente un jóven de treinta años de Besomaño que tenía su novia en Nogueira y para verla, no le quedaba mas remedio que
subir por un estrecho senderito que lo introducía en el monte en la aldea de Bouza, atravesaba todo el monte casi en linea recta, unos cuatro Km. Aproximadamente, y bajaba exactamente por detrás de la iglesia de San Vicente, pasaba por el caminillo que discurría entre ésta y el cementerio que quedaba a su izquierda, seguia hacia el atrio dejando a su derecha la escalinata de subida a la iglesia, y luego se perdía por el camino de la derecha hacia la carretera que une Barrantes con Mosteiro;de allí era su novia y por eso hacía aquella ruta sin pensar que nada ni nadie pudiera cortar sus planes ni su juventud.

Pero aquella fatídica noche todo había acabado para él; su novia lo esperó hasta las once pero luego,en vista del gran temporal se autoconvenció de que ya no vendría y se acostó tranquila. No se despertó hasta que los gritos de su madre la llamaban para darle la mala nueva. Al principio no podía creerlo y estaba segura de que se equivocaban, se vistió deprisa y fué corriendo hasta la iglesia; la misa se había suspendido y la gente que iba llegando se santiguaba y se iba arrimando al corro para ver lo que pasaba, ella hizo lo mismo y vió sobre las piedras del suelo un bulto tapado con una manta; temblando preguntó -¿Que pasa? La gente reparó en ella y se fueron alejando para dejarle paso; el cura, que estaba al frente, la tomó del brazo y la apartó un poco para decirle al oído: Este hombre apareció muerto esta mañana en el cementerio, nadie sabe porqué y ya se está avisando al juez de Cambados para que venga a levantar el cadáver; de paso también mandé avisar a su familia y es seguro que el juez mande venir el forense para hacerle la autopsia, la gente dice que es tu novio...Lo siento.
-Quiero verlo, quiero identificarlo, ¡Por favor!
El cura se acercó al difunto,agarró una esquina de la manta y la levantó para que ella pudiera ver su cara. Ella le miró y quedó estupefacta, era él; pero costaba creerlo. Su boca estaba abierta como si gritara desesperado, sus ojos estaban tan abiertos que casi se le salían de las órbitas y su color lívido, cerúleo, era una estampa imposible de aceptar por una persona que tanto le había querido, y ella no lo resistió, se le heló su cuerpo y se quedó blanca como la nieve a la vez que se desmayaba y caía al suelo antes de que nadie puidiera echarle una mano,lo que le provocó un golpe tremendo en la nuca, por donde un rato mas tarde empezó a asomar un hilillo de sangre.
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4 comentarios:

  1. Felicidades por el blog, el relato es de lo que más me ha gustado, pero se me ha hecho corto, ¿tiene continuación?, espero que sí, de todas maneras reitero mis felicitaciones y espero poder seguir leyendo sus escritos.

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  2. Amigo Fran:
    Me haces muy feliz con tu comentario, espero que sigas visitando este blog que aún tiene mucho que decir.
    En principio tengo que tocar muchos temas pero seguramente, el día menos esperado, aparezca la continuación del relato "La danza de los muertos".
    Un abrazo de este tu amigo
    Rodrigo

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  3. Un relato muy, pero que muy guapo Rodrigo...
    Yo también espero que continúes con el relato porque está muy interesante.

    Me gusta tu blog y como escribes. Ha sido todo un descubrimiento saber de ti.

    Saludos de otra aficionada a la escritura, que como tú, y desde pequeña, no ha parado de escribir. Y con esto de los blogs hemos encontrado la manera de hacerle llegar a los demás nuestros escritos.

    Además soy compañera del Foro del Calzado de tu hijo... :-)

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  4. Apreciada María:
    Perdóname por no haberte atendido antes, pero esta temporada estuve muy atareado.
    Que personas como tú me den ánimos, es un acicate muy grato para seguir escribiendo, y me hace muy feliz. Pero ruego que cuando haya necesidad de criticas negativas no dejes de hacerlas; de eso también se aprende.
    Te felicito por ser del foro del calzado y te animo a que sigas manifestando tus sentimientos a través de tus versos.

    Atentamente: R.P.Arcos

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