miércoles, 28 de julio de 2010

RETORNO

Arousa terra querida,
estou toliño damor...
Damor por tí bela ría,
borracha de auga e sol.
Arousa quéroche tanto,
non podo vivir sen tí...
Aínda me lembro do día
de cando marchei daquí;
da morriña que sentía
cando polo mundo andaba,
cando tan lonxe vivía,
cando de pena choraba.
Tamén me lembro do día
de cando por fin voltei,
tan toliño dalegría
que ata á terra biquei.

Fun ata ó monte buscando
os toxinos queu deixara,
e de paso fun mirando
os piñeiros queu prantara.
Mil perfumes remexidos
chegaron ós meus pulmóns:
De tomillo e de eucaliptos,
de arrayán e de piñóns,
de loureiros, anís, rosas,
da amarela flor dos toxos,
de tódolos arbustos nosos...
Dende o ourego ós restrollos.

Cantaron mil paxariños,
distintos cantos os mil,
cheos de gozo os probiños
saudando ó mes dabril;
brincando entra espesura
cos seus traxes irisados,
facían tales loucuras
que daba gloria miralos.
Vendo eu tales ledicias
extasiado me quedei...
¡Albricias!-dixen-¡Albricias!
Ete e o mundo queu soñei.

......------......

lunes, 12 de julio de 2010

LOA A CAMBADOS - LA FIESTA DEL ALBARIÑO

LOA A CAMBADOS I
En el corazón de la ría de Arousa,anclada en el estuario del Umia, se encuentra esta Villa “meiga”, mitad marinera y mitad industrial y campesina, salpicada de Pazos, Iglesias y Ruinas que le dan carácter señorial y noble.
En derredor, los campos están teñidos constantemente de verde en todas sus tonalidades al producir toda clase de verduras y legumbres, y una gran variedad de uvas de las que sin duda, la reina de todas ellas es la dorada, sabrosa y aromática: uva de albariño.
El aire, impregnado del perfume de estos frutos y de la brisa marina, ronronea perezoso entre los pinos para saturar el contorno de mil aromas agradablemente insospechados mientras el mar turquesa, en el que se refleja el verde oscuro de los bosques; reconforta los sentidos en un colorido casi irreal.
El Sol es de oro en la azulada alba y según va pasando el día, adquiere todas las tonalidades desde el rosa al granate y al anochecer, cuando indefectiblemente se arroja, atrevido, a las aguas del océano; se incendia el horizonte en grana y oro y cambia, por un momento, la policromía del nunca bien ensalzado Val do Salnés.
Como maná caído del Cielo, los variados mariscos y pescados son abundantes en esta ría y seguramente, los mas sabrosos del Mundo. Del mar vive una gran parte de esta gente, abierta y sencilla, que forman el núcleo urbano y pueblitos adyacentes.
Por las mañanas, al despuntar el día, es una delicia ver los barquitos que se acercan, entre gritos jubilosos y alegres de los marineros y el aroma de la frescura del pescado,a la gran mole rezumante del muelle. Ese pescado pasa en pocos minutos de los barcos a la lonja y de ésta a la plaza de abastos, donde durante la mañana se vende a todo el que desee comprar para degustarlo al mediodía en sus casas o en los diversos restaurantes de la Villa. ¿ Podrá comerse pescado mas fresco y sabroso en algún lugar de la tierra ?: Lo dudo. Pero esto hay que verlo y probarlo en Cambados, solo así se podrá comprobar la veracidad de cuanto digo; de otra forma solo será: Dicen que....He oído que....Y en eso se quedará todo; y amigos, la vida es para gozar de estas raras delicias que el Mundo nos ofrece.


LA FIESTA DEL ALBARIÑO, 1ª semana de Agosto II

Albariño, bendito viño
que no val do Salnés te crías;
dourado, chispeiro, mociño,
os padales do mundo cautivas....

Es fiesta mayor, Cambados está engalanado de banderas y luces multicolores, el estruendo de los fuegos de artificio y el bullicio callejero comienza nada mas asomar el día; la banda de música y las gaitas del país recorren todas las calles; muchas mozas visten sus mejores trajes regionales acompañando a los carros típicos de esta tierra, tirados por una yunta de vacas “ vermellas “ que portan toneles de albariño entre flores y verdes ramos de vid; mientras se cimbrean al compás de la “muiñeira”.
Durante todo el día, en los bares y puestos de la Calzada, la gente paladea el dorado liquido que emerge de las alargadas botellas verde oscuro, entre risas y “ coplas albariñeiras”.
En derredor de la Villa también el campo se vistió de fiesta, el verde aparece en todas las tonalidades imaginables salpicado de flores variopintas que entonan perfectamente con el paisaje; y los pajarillos, cantarines y bulliciosos,nos regalan una música celestial que nos embriaga de felicidad.
Del mar nos llega el murmullo sempiterno de ese vaivén de las olas remansadas y acariciadoras y en tan misterioso ambiente, uno no tiene mas remedio que bendecir a la madre naturaleza por tanta dicha, y al destino por habernos traído aquí.
Se celebra la fiesta de un Príncipe rubio y burbujeante, que está prisionero en una botella por encantamiento,esperando ansioso este día, para que unas manos delicadas lo liberen de su encierro y así poder ofrecerse incondicional a los paladares mas refinados. Es el Príncipe de los vinos, es el noble y delicado ALBARIÑO.
El Valle entero se congrega estos días en Cambados, arropados por gente de toda España y diversas partes del Mundo, para celebrar su fiesta; porque el albariño es el producto de los sudores de todo un año; el albariño es el hijo mimado de los cosecheros que, olvidándose de sus privaciones, le dedican las mejores horas de su tiempo en un trabajo mesurado y un vigilar constante para, a finales de septiembre, entregar el producto de sus cuidadas viñas a los bodegueros que con sus métodos mas avanzados, lo transforman en este milagro; el milagro de un vino sin igual, un vino que hace chascar la lengua con deleite al más exigente de los catadores, y ciega con sus reflejos al osado que lo mire frente al Sol.
Este vino dorado pajizo, límpido y único, realza los sabores de los ya por sí sabrosos mariscos; es la comunión mística que los une cuando las perlas arracimadas de sus uvas se doran en las laderas, bajo el benigno Sol canicular, y exhalan efluvios perfumados sobre la ría, los cuales son captados por las pacientes ostras, almejas, mejillones y berberechos que los absorben con fruición.
Vivamos esta fiesta en hermandad porque en Cambados nadie es extraño y mucho menos, estos felices días en que codo a codo, alzamos satisfechos las copas cristalinas para brindar con el Príncipe Dorado.


......------......

miércoles, 7 de julio de 2010

EL DORMILÓN

I
Se levanta a la mañana
y se viste de mala gana,
desayuna una manzana,
un café y una tostada;
luego coge la cartera
y se marcha de su casa,
andando pasito a paso
hasta la cercana plaza.
Va durmiendo todavía
y no ve ni el tranvía,
que hace alto en la parada
y luego sigue su vía.
De pronto chirrían frenos,
vuelve la cabeza y mira,
no lo pilló por milagro
un coche que allí venía;
el chófer bracea y grita:
¡Suicida! ¡Suicida!
Mas él, siempre muy tranquilo
dice: La culpa no es mía.
-¿De quién es la culpa entonces?
Le pregunta un peatón.
La culpa es de este mi sueño
y también de mi patrón:
Si no tuviera patrón
aún estaría en cama,
soñando con angelitos,
durmiendo a pierna tirada;
y si no tuviera sueño
no habría ocurrido nada,
pues no soy ciego ni sordo
y me gusta morir en cama.
Sigue andando por la calle
un poquito mas despierto,
bostezando a cada rato,
molesto de todo el cuerpo.
Va pensando: ¡Que desgracia
es ser pobre en esta vida!
Si yo hubiera sido rico
dormiría noche y día.

II
Llega tarde a su trabajo
y lo reprende el patrón:
Si continúas así
te despido ¡Dormilón!
-¡No me diga patroncito!
¡No me diga ricachón!
¿Es para usted tan sencillo
despedir a un pobretón?
Usted no sabe de hambres
ni carencias de dineros,
ni de miserias que pasan
los maltratados obreros.
Si antes de ser un jefe
hubiera sido un peón,
no haría falta decirle
porque soy tan dormilón.
-¡No me repliques bribón!
¿Que más quieres tu tener?
El sueldo que yo te doy
te sobra para comer.
-El sueldo que usted me da
bien ganado me lo tengo,
al oírle hablar así...
No se como me contengo;
usted no me da un real
que yo no hubiera ganado
con el sudor de mi frente,
¡Por Dios! Estese callado;
¿créese usted que un obrero
es de palo o es de hierro,
sin voluntad ni ilusión
aguantando a un patrón fiero?
¡Ni lo piense!
Somos humanos los peones,
con tanto derecho a la vida
como endiosados patrones.
-Este mundo está perdido,
¡Jesús! A lo que llegamos;
hasta insultan a su dueño
los que antes eran esclavos.

III
De pronto se eleva un palo
con no muy buena intención,
y lo recibe en la nuca
el “déspota” del patrón,
cae al suelo fulminado
y aunque auscultan su cuerpo
no da señales de vida,
¿Como ha de darlas un muerto?.

IV
Ingresó aquella tarde
en la cárcel de Estado,
aquel “demonio asesino
por matar a un hombre honrado”.
Allí durmió cuanto quiso,
olvidando así el pasado,
y de contento que estaba
no quiso ser liberado.
Porque según él decía,
“y no le faltó razón”
mas vale en la cárcel preso
que esclavo de un mal patrón.

V
Después de tantos detalles,
y sin mas explicación;
a usted lector corresponde
ya que está bien ilustrado,
determinar con acierto:
quien es el bueno y el malo.

......------......

viernes, 2 de julio de 2010

SEÑOR PEPE E O RAPOSO

Este contiño, que non é un conto, senón unha realidade; tenmo contado meu avó Agustín moitas veces, cando nas noites do inverno se poñía a quentar os pes á carón do lume, acomodado nun talliño pequeno que él tiña para sentarse enriba da lareira; mesmo diante da porta do forno. O tallo era pequeno pero así e todo, collíame por debaixo dos brazos e levantábame para sentarme á sua beiriña, entón eu dicíalle: Papá Agustín, cónteme o que pasou con Sr. Pepe e o raposo. (compre dicir aquí que eu a meus avós nunca lle chamei avós;
por imposición deles tiña que chamarlle papá Agustín e mamá Lola; éstes eran por parte de meu pai. Por parte de miña nai non coñecín a meu avó, que morrera ós 37 anos en Bos Aires deixando aquí viuva e tres fillos, por mor dunha pleuritis, según lle comunicaron dende alá as persoas que o coñecían. Pero a miña avoa tampouco puiden chamarlle así: avoa; se algún dos netos que tiña se atrevía a tal cousa chovíanlle os paus porriba do lombo; debía ser que ela sentíase demasiado moza para ser avoa e como o seu nome tampouco lle gustaba, non podiamos chamarlle mamá Encarnación, polo que decidiu que tódolos netos lle chamaran: Mamasiña; e así quedou decidido e asi aconteceu ata que morreu ós oitenta e sete anos.)
Pero imos volver ó conto. Cando eu lle falaba de Sr. Pepe, papá Agustín deixaba escapar un sorriso mentres escarabellaba o lume cun garabullo, logo botábame a man por encima dos ombreiros e empezaba ó conto falándome baixiño ó oido:
De que conto falas? Sr. Pepe ten unha chea deles, era moi ocurrente e sempre lle pasaban cousas raras.
Xa ó, pero eu quero que me conte o do raposo.
Moi ben, pois xa sabes que Sr. Pepe de Castro xa finou hai moitos anos, inda eu era un rapazote pero coñecino ben; quedou viuvo novo e criou él soiño os seus fillos, que eran toda a súa familia, eran só dous, un neno e unha nena, él non lle chamaba fillos, chamaballe “os meus cariteles” , cariñosamente claro; vivían ahí na casa de castro, que agora está en ruinas, sabes cal che digo?
Si que sei, imos xogar alí moitas veces.
Ben, pois alí á beira da casa tiña un alpendre e nunha esquina fixera un galiñeiro de táboas de piñeiro gordas, quería que fose forte porque daquela había moitos raposos e cando tiñan fame, baixaban á aldea e comían o que encontraban á man; a porta do galiñeiro estaba cara ó interior do alpendre, para que non se vira dende fora, e na parte dabaixo era costume facerlle unha pequena trampiña que se descorría para arriba pola mañán para saíren as galiñas, que andaban todo ó día soltas pola eira, e á noite ó estar todas dentro, deixábase caer e quedaba o galiñeiro fechado.
Escuso decirche que as vinte galiñas que tiña Sr. Pepe eran as mais bonitas e gordas da parroquia, na eira dél nunca faltaba herba ou verdura para elas; gustábanlle os ovos fritos e abofé que os dél mesmo metían envexa. Nin que decir ten que tamén tódolos raposos da redonda envexaban as ditosas galiñas, coloradas e cas cristas vermellas comó sangue; o galo era grande e lucía unhas esporas impoñentes, as galiñas estaban toliñas por él e o moi presumido paseábase moi estirado polo medio delas lucindo o seu porte e deixando ver ben claro quen mandaba alí; non lle chegaba demostralo cada mañá cando Sr. Pepe lle abría a portiña de guillotina e saía o primeiro para estirarse un pouco e logo lanzar uns cucurucúuus ben altos para que o harén fose saíndo para fora e él íaas desperezando, facéndolle as beiras, ata que saía algunha que lle tocaba a sensibilidade e entón, sen que nós poidamos entender o seu linguaxe, ela entendía o que pasaba e agachábase sumisa diante del para que subira e se alibiara, ela tamén gozaba do momento e marchaba sacudindo as plumas mentres él tamén se sacudía e estirando as patas empezaba a repartir placeres a destro e sinistro, era raro que quedara algunha sin a súa ración; logo empezaba o turno da comida e aquelo era unha festa chea de ledicia.
A eira de Sr. Pepe estaba cercada cun cerrume de silveiras de cerca de dous metros de alto; pero tódolos rapasos da redonda se achegaban para ver aquelas galiñas que os traian tolos, e por iso, á metida do sol, baixanban do monte agachadiños por entro millo para dar voltas arredor do cerrado; buscando donde puideran escarbar un pouco para irse metendo por debaixo das silvas sin que as espiñas lle fixesen moito dano, e así asomaban o fociño e podían percibir nítidamente o aroma daquela carniña quente e viva que tanto desexaban e que agora tiñan diante dos seus ollos, casi ó alcance das súas gadoupas, pero as galiñas, en canto oían algo non habitual, volvíanse cacarexando e de seguida viña o galo a comprobar o que pasaba; nese intre os raposos retirábanse para non seren descubertos pero o galo, xa fose porque algo lle cheiraba ou porque non vía nada claro, mandaba a todo o harén retirarse dalí, que obedecían axiña, sin rechistar, e ata ás veces as obrigaba a meterense no galiñeiro mais cedo do normal.
Os dous raposos volvían ós seus dominios desgustados e ansiosos porque non vían a maneira de facerense coas desexadas galiñas. Nas noites de lúa chea sentábanse no claro do monte mirando para á aldea, tentando que lle viñera algunha brillante idea, mentres lle bruaban as tripas de fame e a boca se lle enchía de auga pensando naqueles bocados tan gorentosos. Así pasaba o tempo ata que unha noite sen lúa, o raposo mais novo, coa valentía e a ignorancia da xuventude, sen consultar con nadia, decidíu levar a cabo o que os seus pais e irmáns mais vellos nunca foran capaces; e decidido dirixiuse á eira de Sr. Pepe, escarvou un pasadizo bastante grande, entrou por él e foi dereitiño ó galiñeiro. Alí non se oía nin se vía nada,estaba todo en silencio e ás escuras; pero o raposo tiña dous ollos que alumeaban coma ascuas, por iso él podía ver bastante ben, canto mais era a escuridade, mais brillaban os seus ollos; parouse fronte á porta, que estaba cerrada, pero él acordábase que o vello fechaba pola noite deixando caer algo, anque non acertaba a saber que era, así que empezou a empurrar co fociño cara arriba, entón as galiñas empezaron a inquedarse e cacarexar cada vez mais forte. O raposo apartouse un pouco e quedou quediño mentres pensaba que facer. Pasados uns minutos, convencido de que xa tiña a solución, acercouse de novo e arrimou outar vez o fociño a aquel cachiño diferente da porta e tratou de empurralo para arriba, desta vez acertou e o burato quedou aberto, era pequeno,douse conta de que lle sería moi difícil pasar pero así e todo, meteu a cabeza, estirouse todo canto pudo e ¡zas! Xa estaba dentro; escuso decir que naquel momento as galiñas armaran tal batifundo que nin elas se entendían, e como non vían nada, non sabían para donde escapar e tropezaban unhas cas outras sin saberen donde meterse; o galo, que nestes casos sempre se poñía ó fronte, tampouco sabía que facer, soio se dedicaba a arrear picotazos a cada bicho vivo que tropezaba nel, e claro está, estes eran sempre as galiñas. O raposo estaba encantado con todo aquel rebumbio e sin pensalo mais, largoulle un bocado ó pescozo do galo e xa foi o primeiro que caíu, o sangue quente manchoulle o fociño e pasou a lingua para catalo, gustoulle tanto que se volveu louco e empezou a matar canta galiña se lle poñía a tiro; soio se salvaron catro pitiñas que se anicaron alá na esquiniña sen movérense polo medo que tiñan. Cando xa nada se movía, empezou a escachizar os corpos inertes e a comer ata que non puido mais; deixouse cair encima da barriga, que xa non podía con ela, e descansou un bo cacho, os ollos xa se lle cerraban co sono e entón, deuse conta de donde estaba e que tiña que marchar axiña, antes de que fose día e o vello descubrise a matanza,porque neso tamén podía ir a súa propia vida. Asi que se foi levantando con pouca gana e foi cara á porta, empezou a empurrar co fociño para arriba como fixera cando entrara pero desta volta, por moito que o intentou, non foi capaz de subila; estaba moi canso e non tiña maneira de conseguilo e entón, despois de cabilar un pouco, ocurreuselle votarse a durmir e cando viñese o vello abrir a portiña de guillotina, sairía él correndo coma unha bala e cando se quixese dar conta xa estaría ben lonxe. E así foi: Ó rompente do día, cando Sr. Pepe ía cara ó galiñeiro, xa non as levaba todas consigo, non era normal que a aquela hora ainda ó galo non cantara nin que as galiñas estiveran tan caladiñas, alí pasaba algo raro. Foise achegando pouquiño a pouco ata á porta e alí non pasaba nada; a porta estaba fechada, a guillotina baixa, e o único raro e que non se oia nin un chío. O primeiro que fixo foi levantar a guillotina e asexar polo burato pero, coa escuridade non se vía nada alí dentro; entón abreu a porta e...Meu rapás!, escuso decirche o berro que deu aquel home cando viu tódalas súas queridas galiñas mortas, tiradas de calquera maneira e cheas de sangue, aquilo parecía cousa do demo, porque alí non se vía que entrara ninguén....De golpe, mirando mais atentamente, acertou a ver no chan unha cousa peluda, de cor castaña, coma se fora unha chaqueta bella ou algo parecido; acercouse en dous pasos e deulle unha patada mais aquilo non se movíu pero cando ó viu de cerca, decatouse de que aquilo era ....O raposo!.
-A ladrón!, asasino!, maldita a nai que te pariu; e que che pasa agora?. Morreches coa chea galopín, ai meu Deus, porque me fas isto? As galiñas da miña alma todas mortas,- as bágoas caíanlle pola cara mollándolle as barbas-,o home non podía coa pena e entón, colleu ó raposo po lo rabo coas dúas mans, e costoulle traballo porque pesaba moito pero así e todo, de un pulo tirouno fora do galiñeiro.
E estaba morto? Papá Agustín.
Que ía estar morto home, debes saber que o raposo é o animal mais astuto que hai; por iso cando un home é astuto chamanlle raposo. Pero deixame seguir o conto senón non acabamos hoxe. Pois como che decía, tirouno fora pero entón, pasou algo que nunca tal se vira e que lle puxo os pelos de punta ó Sr. Pepe, que xa é decir; o raposo cando ía polo aire cobrou vida e cando chegou ó chan non caíu de calquera meneira, non teñas medo!, caíu encima das catro patas e sin mirar atrás, botou a correr coma se algún demo o levase; aquilo era increíble, a Sr. Pepe caéulle a queixada e quedou coa boca aberta pensando como era posible que un bicho morto puidera correr daquela maneira.
Só ecertou a dicir: Caraso! Isto e cousa doutro mundo.
Xa sabes, tiña o burato debaixo das silvas e por alí saíu e foi ata ó monte todo tranquilo.
Aquilo foi famoso en todo ó Val do Salnés donde Sr. Pepe era ben coñecido e querido, pois moi poucas veces nace un home tan xusto e honrado coma él. Por iso, aquel mesmo día, xa tiña moitas ofertas de novas galiñas para que enchera o galiñeiro; Mais Sr. Pepe non quixo tal cousa. Moi serio, deulle as grazas a todos pola súa solidariedade e logo dixo que non podía aceptar, que só pedía que lle emprestaran dúas galiñas chocas e lle deran dúas ducias de ovos dos mellores e de persoas distintas para que non tiveran parentesco, para deitalas e empezar de novo coa cría dos pitos que logo serían galiñas e galo tan bos coma os que lle matara o demo negro.
O tempo foi pasando e o conto foise esquecendo; dalí a dous meses xa Sr. Pepe tiña corricando pola eira dúas galiñas con dúas ducias de pitiños, que inda que non se sabía os que serían machos ou femias, a él non lle importaba moito, xa que decía que polo menos a metade ian ser galiñas, e a outra metade, se eran machos, dous serían para deixar po lo menos un ano a ver quen era o mais axeitado para ser o sultán do seu curral, e o outro malpocado serviría para ser o plato principal o día da festa. Tódolos outros machos, despois dos seis meses, iríaos matando un cada mes para á súa despensa. Alimentábaos o mellor que podía; a verdura non faltaba nunca na súa eira, e como xa era o tempo da colleita do millo, escollía as espigas mais pequenas, que aquí chamámoslle carolos, e inda tenros, machucabaos no pío de pedra que tiña no alpendre, dándolle co macico ata que os deixaba coma fariña moída, logo botáballo a comer á pitaxe dúas veces ó día, pola mañá e pola tarde; por iso estaban tan bonitos e grandes que daba gloria velos.
As catro galiñas que non morreran no asalto, nunca mais galiñas foron, colleron tal susto, que non puxeron mais ovos e sempre estaban nerviosas; Sr. Pepe decidíu levalas á feira do Mosteiro e venderllas ás compradoras que viñan de vigo e levaban centos delas.
Asi pasaron un par de meses mais e chegaron as primeiras xiadas do inverno; a pitaxe xa medrara bastante e empezaban a distinguirse os machos das femias. Sr. Pepe estaba moi preocupado porque sabía que un día ou outro o raposo faceríalle unha nova visita e él non quería perder outra vez as galiñas pero, ó mesmo tempo, tamén quería vingarse do bicho do demo; sabía que se lle poñía un tarabelo á portiña de guillotina, o bicho xa non podería abrila. Pero él quería cazar o ladrón, polo tanto iso non era a solución que necesitaba, tiña que darlle unha lección a tódolos raposos da redonda para que soubesen que con él non se xogaba, e moito menos coa comida dos seus “cariteles”.
Un día, axudado por Sra. Rita de Lermas, unha muller alta e forte, e moi boa veciña; apartou os poliños machos das femias, ós machos foille atando un laciño vermello nunha pata para distinguilos, ós dous que considerou do seu agrado para que un deles fose o sultán, atoulle un lazo en cada pata e resultou que os machos só eran oito, polo que quedou moi contento; tiña nada menos que dezaseis pitas para poñer ovos, era un bo rabaño. Devolveulle a seus donos as dúas galiñas que criaran os pitos e decidiu facer un arranxiño no galiñeiro.
Él era moi precabido e por iso sempre tiña na eira unhas boas táboas de piñeiro; unha mañá de choiva, abreulle ás galiñas e cando estiveron fora, carrexou cinco ou seis táboas para dentro do galiñeiro, logo colleu o serrón, un martelo e uns cravos de piso, e levounos tamén para dentro; empezou a tomar medidas e a serrar daquí e dalá, e alá po la media mañá empezaron a oirse os primeiros martelazos, foi comer á unha da tarde e ás dúas xa estaba de volta, levando unha machada moi ben afiada e uns cachos de coiro duns zocos vellos.
Pero... Papá Agustín, Que demo estaba facendo Sr. Pepe no galiñeiro? - Preguntei medio adormiñado-.
Ei, coida isa boca rapaz, e non te apures tanto que xa imos acabar, hai que ter paciencia.
Xao sei, pero estame entrando o sono e quería escoita-lo remate.
Pois entón non me entreteñas e acabo antes, así que, caladiño. O que estaba facendo no galiñeiro era partilo en dous, meteulle unha división polo medio, nun lado deixou unha porta,os cachos de coiro eran para faceren de bisagras e a machada era para facer os dous tarabelos que lle puxo; aquela porta só podía abrila él, non habería raposo que a botara abaixo. Á caidiña da tarde xa tiña todo acabado e á noitiña, cando as poliñas empezaron a entrar, andiveron a curiosear para ver que ocurrira alí; cando todas estiveron dentro, cerrou a porta de fora, acendeu a lus do gas para ver un pouco, e logo foinas empurrando para o apartado novo, logo foi collendo un por un os polos marcados cun lazo, e botounos na parte vella, na entrada do galiñeiro, os que tiñan dous lazos quedaron co as femias. Agora saíu do galiñeiro compracido, cerrou tódalas portas coma de costume e foi para a casa moi ledo do que fixera; ceóu cos seus “cariteles” e durmiu coma un lirón.

Os raposos cada vez tiñan mais fame, o inverno estaba sendo duro e non tiñan moito que comer; os mais novos, cada noite baixaban ata aldea por ver se podían cazar algo, pero como non fora algún rato despistado, por alí non encontraban nada; e eles sabían que en cada casa había uns galiñeiros cheos de carne fresca pero todos estaban ben gardados, e cada noite tiñan que volver ó monte coa barriga baleira. Iso facía que cada día estivesen mais desesperados e se volvesen mais atrevidos. O que entrara na de Sr. Pepe o ano pasado, anque agora tiña moito medo, estaba disposto a volver se non tiña mais remedio, pois non ía morrer de fame él e mais os seus irmáns pequenos, podería comer él alí e logo, se todo saía ben, levar algunha carne pós seus irmáns. Estivo rondando a eira e calculando as posibilidades unhas poucas noites e cada vez convencíase a si mesmo de que aquelo non era tan difícil e o vello debía ser medio parvo porque nin conta se dera que estaba vivo; e no monte non oubera ningunha batida contra eles, polo tanto os veciños tampouco debían estar moito a favor del.
Así que sin pensalo mais, quedou decidido que aquela noite tocaba dar o asalto á aquelas poliñas tan apetitosas. Cando se foron apagando as luces de gas da aldea, baixou o raposo agachadiño polas beiras dos camiños e, achegouse ás silvas que cerraban a eira; escarvou por debaixo delas e en pouco tempo xa tiña a entrada libre, meteuse para dentro e non tardou en estar de novo diante da porta do galiñeiro sin que pasara nada; esperou atento a calquera ruído un bo cacho e logo acercouse á porta e empezou a empurrar para arriba coma a vez anterior; esta ves foille mais doado e deseguida estaba dentro; pero aquelo era mais pequeno do que él recordaba e non había tantas galiñas, ¿Donde demo estaban que facían moito alboroto pero él non vía mais de media ducia?; Pois fose como fose aquelas eran para él e chegábanlle ben, así que empezou a matar nelas e en medio minuto estaban as seis sangando tiradas no chan, esperando para ser comidas; e así o fixo, comeu ata que se fartou e inda lle sobraron algunhas, entón acordouse dos seus irmáns e pensou que aquelas eran boas para eles pero Como llas levaba? A portiña cerrárase coma a vez anterior e non había forma de abrila, a única meneira era facer o mesmo truco e se non podía levalas...mala sorte. Botouse a dormir moi tranquilo, agardando, coma a vez anterior, que viñese o vello e o votase fora. Cando empezou a ver unha pouquiña craridade polas físgoas das táboas, xa soubo que o vello estaba a chegar e entón púxose deitado enriba da barriga, coas catro patas apoiadas no chan, presto para votar a correr na primeira ocasión que tivese. De seguida oíu ruido na porta e púxose alerta, cos ollos entornados. Sr. Pepe, aquel día non desconfiaba nada porque as galiñas que estaban na parte nova facían barullo dabondo, por iso abreu a porta moi tranquilo sin saber o que se iba encontrar; pero namais abrir un pouquiño, o primeiro que viu foi moitas plumas polo chan e na súa cachola saltou a alarma.
Cerrou de súpeto; arrimou a esqueira e subiu arriba do galiñeiro,sacou dúas táboas que xa tiña soltas, acendeu e colgou nunha cadea unha luz de carburo que xa tiña preparada, e que alumeaba moito mais cá de gas. Colleu unha forcada cun mango longo que tiña á man, e mirou para baixo; agora viu como os seis poliños estaban mortos e faltábanlle cachos que o asasino comera. Agarrou a forcada coas mans firmes, fitou ben onde estaba anicado, apuntou ben...E cravou con toda a súa forza, tanta, que os dentes da forcada traspasaron o corpo e craváronse no chan. O bicho non dou un chio, moviu a cabeza con forza ensinando os dentes pero logo se foi quedando sin resollo para seguir loitando, ata que xa non se movía e ó seu arredor formárase un charco de sangue. Sr. Pepe inda nonas tiña todas consigo e quixo asegurarse de que esta vez non volvería a escapar voando, así que deixoulle a forcada cravada, baixou a esqueira moi amodiño e foi abrir a porta cun coitelo na man, chegou xunto del e coa man esquerda levantoulle a cachola tirándolle polos pelos, e coa dereita arrancoulle os dous ollos. Só entonces lle sacou a forcada, e o arrastrou para fora. Mirou para él un bo cacho e logo díxolle: Que, oxe non hai demo que te leve?, de min pódeste rir unha vez; pero dúas.....Xa ves que non é doado. E iso é todo, así remata o conto, que xa sabes, non é un conto, é unha realidade.
Xao sei- dixen medio durmido-, Sr. Pepe foi valente é!
A ti paréceche?
Home, matar o raposo, él soíño...non é para menos.
Xa, pero eu penso que desta volta foi lonxe de mais coa súa xenreira.
Si ó, pero o lambón do raposo comeulle todalas galiñas,
E certo, pero él non gañou nada coa súa vinganza; non tiña mais que poñerlle unha caravilla á porta, e o bicho xa non podería entrar mais. Pero non, él estaba corroído pola carraxe que sentía e fixo a separación no galiñeiro, e entregou os seis polos a cambio da vinganza, que boa falta lle facían para comer él e mai-los seus “cariteles”, só por vingarse; e iso a min, non me parece de valentes.
Home...visto así...Pero él tiña dereito a defender o seu.
Xao sei, pero eu penso que da forma que eu che dixen xa se defendía, o bicho non lle podería entrar mais alí. Mira, o que eu quero dicirche e que a vinganza non é boa; nunca se debe mover ún pola vinganza, e mellor acougar e pensar a millor maneira de arranxar as cousas coa cachola fría, sin carraxe; a violencia sempre acarrexa mais violencia. E os raposos tamén son de Deus, como diría un crego; e eu digo que son criaturas da natureza coma nos, cando teñen moita fame, ás veces fan cousas horribles pero se o pensamos ben, non teñen mais remedio se queren seguir vivindo,¿ non che parece?.
Home, visto así...Ten razón...Pero eu non-o entendo ben.
E que has de entender que xa estás durmindo? Vaite para á cama e mañá falamos o que ti queiras.
Moi ben, ata mañá logo.-dixen eu bocexando-.
Ata mañá

......------......

TEMPORAL

Llueve en los valles gallegos,
galernas hay en el mar,
el faro de Finisterre
lo va el viento a derrumbar.
Los labriegos se calientan
al tibio lumbre del lar,
mientras rezan las mujeres
plegarias con ansiedad.

En los pueblos pescadores
mujeres vienen y van,
a preguntar si llegaron
sus protectores del mar.
De pronto se oye el rumor
de que su hundió una barquichuela,
con cinco hombres a bordo,
llamada María Manuela.
Cinco esposas afligidas
se desgañitan de llanto;
cinco madres compungidas
sollozan bajo su manto.
Así quedan sin amparo
cinco familias honradas,
que esperaban el regreso
de cinco vidas amadas.
......------......